Exactamente. Y no hablamos de la llegada de Chris Paul a Los Angeles Clippers, ni de la deTyson Chandler a New York Knicks.
Hablamos del arribo de Richard Hamilton a Chicago Bulls, el jugador justo que emparcha el único agujero que había en el saco de Tom Thibodeau y los suyos.
El básquetbol no se trata nunca de estrellas, sino de necesidades. En la pirámide de Maslow, los Bulls ya superaron la fisiología, seguridad, afiliación, reconocimiento y van camino a la autorrealización. El fichaje de Rip, que vuela por donde se lo mire bajo el radar, es crucial porque combina a la perfección con la filosofía de juego del entrenador de Chicago.
Pensemos un poco en qué tendría que darle un escolta -la posición por excelencia a cubrir- a Derrick Rose y compañía.
En el costado ofensivo, Hamilton es un francotirador que trae garantías y le permite a Rose jugar mucho más liberado, generando una tercera opción de descarga ante situaciones de pick and roll con Joakim Noah o Carlos Boozer, o bien desarrollando su juego de uno contra uno con asiduidad, lanzando en movimiento y también con lo pies asentados en el suelo.
Si antes decíamos que el básquetbol se trataba de necesidades, también se trata de preocupaciones. En los playoffs pasados, vimos como Rose, casi sin buscarlo, se había transformado en el único foco de distracción de las defensas rivales. Ese traje de súperhéroe le calzaba a la perfección por sus habilidades, pero conspiraba contra la idea de juego en conjunto que los Bulls habían trazado en serie regular.
Hamilton es uno de los mejores valores de la Liga en el juego sin pelota. Al estilo Ray Allen, es capaz de disfrazarse de correcaminos para escapar de las cortinas, convirtiéndose en un camaleón dentro del mapa de atacantes y desgastando al defensor perimetral que se le ponga enfrente. Recordemos que Hamilton viene de lideró a los Detroit Pistons en anotación en ocho de las últimas nueve temporadas, consiguiendo el título en una de ellas.
"Rip no necesita el balón en sus manos", dijo Deng. "Se mueve sin la pelota demasiado bien, y ese estilo de juego encaja perfecto con nosotros".
Ahora bien, pensemos en el otro costado del juego. El más importante, sobre todo para los Bulls: la defensa. La madera de campeonato se construye con el trabajo sin el balón, y Hamilton, para alegría de Thibodeau, encaja también a la perfección en este apartado. Siguiendo escoltas de elite, Rip es sencillamente insoportable. Presiona sobre el pique, utiliza bien el cuerpo y es inteligente para conseguir resultados máximos con esfuerzos mínimos.
Si los Bulls necesitan defender lejos del aro, tienen a Hamilton. Si es un jugador un poco más potente, con buen juego de poste bajo, entonces tienen a Keith Bogans.
"Puedes ponerlo en cualquier situación", dijo Rose. "Presionado, en soledad, se postea. Para ser así de flaco, tiene un gran juego de poste alto. Sabe cómo recibir faltas y con esa arma, creo que puede hacer el juego mucho más fácil para el equipo completo".
Conceptualmente perfecto el líder de Chicago.
Pensemos cómo queda construida la primera y segunda unidad de Chicago para esta temporada acortada. Rose, Hamilton, Luol Deng, Boozer y Noah constituyen el quinteto inicial del equipo. C.J. Watson, Kyle Korver, Ronnie Brewer, Jimmy Butler, Taj Gibson, Brian Scalabrine y Omer Asik nutren el banco de suplentes de soluciones, incluyendo especialistas en diferentes áreas.
En la temporada pasada, vimos como un grupo de niños talentosos con camisetas rojas llegaba a la edad de la pubertad, basquetbolísticamente hablando. Hamilton, de 33 años, no sólo le otorga experiencia de campeonato a este equipo, sino que funcionará como una voz de mando en el vestuario, por el simple hecho de narrar situaciones ya vividas. Nada será nuevo después de Rip.
"Es alguien que Chicago pedía, un dos natural. Supongo, un escolta legítimo. Ganó un campeonato y su currículum habla por sí solo", agregó D-Rose.
Si bien el acuerdo aún no fue anunciado de manera oficial, el periódico Chicago Tribunereportó que Hamilton firmará un contrato por dos temporadas y diez millones de dólares, y el tercer año será una opción de equipo con garantías parciales tasadas en $5,150,000.
Los Bulls podrían haber gastado más dinero en Jason Richardson o someterse a la oscurantismo defensivo de Nick Young. Sin embargo, midieron su franquicia como un sastre y cerraron el acuerdo que calzaba a la perfección con sus necesidades.
Los hombres que piensan, que no son arrebatados, y que ven más allá de las marquesinas, son los que consiguen cosas. Un simple dolor de panza no puede llevar a un médico a llevar a cabo una cirugía mayor.
Los Bulls entendieron todo. Y es por eso que ahora, con las fichas puestas sobre la mesa, pueden dar el próximo paso: dejar el saco de contendiente para colocarse el de campeonato.
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