La alta temperatura era el principal miedo del cuerpo técnico encabezado por Alejandro Sabella, quien viajó a Colombia hace un mes para conseguir instalaciones en esa ciudad costera y planificar el trabajo en un clima agobiante por el calor y la humedad.
La suerte parecía mejorar para los argentinos, ya que en los últimos cuatro días un diluvio persistente castigó a Barranquilla, con algunos barrios humildes inundados y un obvio descenso de temperatura.
En la única jornada de entrenamiento en tierras colombianas el cielo se nubló hacia la noche y en la madrugada relámpagos por doquier presagiaban lo que pronosticaron los expertos en meteorología: Argentina jugaría a las 4 de la tarde con lluvia.
Sin embargo, los dioses parecieran estar en contra de Sabella. El día del partido por la cuarta fecha de eliminatorias amaneció sin una nube en el cielo, hacia las 10 de la mañana el termómetro ya registraba 33 grados y en los siete días que Télam estuvo en Barranquilla, no se sintió un calor tan sofocante.
El seleccionado almorzó antes del mediodía en el hotel Estelar en Alto Prado y partió rumbo al estadio Metropolitano, ubicado en el sur de la ciudad, hacia las 13.45 locales.
En el estadio, el más grande de Colombia, a pesar de estar acostumbrados a vivir con esta temperatura elevada durante todo el año, la llegada de las 55 mil personas que lo colmaron, se retrasó mucho más que en el cotejo ante Venezuela, jugado el pasado viernes de noche y bajo un diluvio.
El infierno tan temido antes de comenzar a rodar la pelota se dio, y de la peor manera. Los colombianos querían el calor costero para hacer sentir la localía. El cielo, a priori, les dio una mano. (Télam).-
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